El restaurante del fin del mundo de Douglas Adams

Segunda parte de esta saga escrita por Douglas Adams. La primera se llama "Guía del autoestopista galáctico" y pueden encontrar su reseña aquí en el blog . Aquí vamos a ver qué sucedió después de que el pobre Arthur Dent se quedara sin su planeta y volveremos a tocar el tema de la respuesta acerca de la vida, qué significaba ese numero 42. En si, ambos libros, vienen siendo una locura hermosa. es de esas novelas que te hacen reír mientras te recuerdan que el universo es un desastre absoluto, que nada tiene sentido, y que igual seguimos adelante porque, buen… ya estamos acá. Arthur debe aprender a lidiar y a vivir en realidad, en el espacio, a bordo de naves, viajando junto a sus nuevos amigos extraterrestres, y junto a otro humano que también se salvó de la destrucción de la tierra. Me encanta las ocurrencias del autor, son a veces pequeños detalles, pero son tan simpáticos que dan mucha gracia, por ejemplo, sin dar mucho contexto hay una escena donde una nueva sociedad inven...

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ODA AL GATO de PABLO NERUDA

Los animales fueron

imperfectos,

largos de cola, tristes

de cabeza.

Poco a poco se fueron

componiendo,

haciéndose paisaje,

adquiriendo lunares, gracia, vuelo.

El gato,

sólo el gato

apareció completo

y orgulloso:

nació completamente terminado,

camina solo y sabe lo que quiere.


El hombre quiere ser pescado y pájaro,

la serpiente quisiera tener alas,

el perro es un león desorientado,

el ingeniero quiere ser poeta,

la mosca estudia para golondrina,

el poeta trata de imitar la mosca,

pero el gato

quiere ser sólo gato

y todo gato es gato

desde bigote a cola,

desde presentimiento a rata viva,

desde la noche hasta sus ojos de oro.


No hay unidad

como él,

no tienen

la luna ni la flor

tal contextura:

es una sola cosa

como el sol o el topacio,

y la elástica línea en su contorno

firme y sutil es como

la línea de la proa de una nave.

Sus ojos amarillos

dejaron una sola

ranura

para echar las monedas de la noche.


Oh pequeño

emperador sin orbe,

conquistador sin patria,

mínimo tigre de salón, nupcial

sultán del cielo

de las tejas eróticas,

el viento del amor

en la intemperie

reclamas

cuando pasas

y posas

cuatro pies delicados

en el suelo,

oliendo,

desconfiando

de todo lo terrestre,

porque todo

es inmundo

para el inmaculado pie del gato.


Oh fiera independiente

de la casa, arrogante

vestigio de la noche,

perezoso, gimnástico

y ajeno,

profundísimo gato,

policía secreta

de las habitaciones,

insignia

de un

desaparecido terciopelo,

seguramente no hay

enigma

en tu manera,

tal vez no eres misterio,

todo el mundo te sabe y perteneces

al habitante menos misterioso,

tal vez todos lo creen,

todos se creen dueños,

propietarios, tíos

de gatos, compañeros,

colegas,

discípulos o amigos

de su gato.


Yo no.

Yo no suscribo.

Yo no conozco al gato.

Todo lo sé, la vida y su archipiélago,

el mar y la ciudad incalculable,

la botánica,

el gineceo con sus extravíos,

el por y el menos de la matemática,

los embudos volcánicos del mundo,

la cáscara irreal del cocodrilo,

la bondad ignorada del bombero,

el atavismo azul del sacerdote,

pero no puedo descifrar un gato.

Mi razón resbaló en su indiferencia,

sus ojos tienen números de oro.

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