El restaurante del fin del mundo de Douglas Adams

Segunda parte de esta saga escrita por Douglas Adams. La primera se llama "Guía del autoestopista galáctico" y pueden encontrar su reseña aquí en el blog . Aquí vamos a ver qué sucedió después de que el pobre Arthur Dent se quedara sin su planeta y volveremos a tocar el tema de la respuesta acerca de la vida, qué significaba ese numero 42. En si, ambos libros, vienen siendo una locura hermosa. es de esas novelas que te hacen reír mientras te recuerdan que el universo es un desastre absoluto, que nada tiene sentido, y que igual seguimos adelante porque, buen… ya estamos acá. Arthur debe aprender a lidiar y a vivir en realidad, en el espacio, a bordo de naves, viajando junto a sus nuevos amigos extraterrestres, y junto a otro humano que también se salvó de la destrucción de la tierra. Me encanta las ocurrencias del autor, son a veces pequeños detalles, pero son tan simpáticos que dan mucha gracia, por ejemplo, sin dar mucho contexto hay una escena donde una nueva sociedad inven...

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Una entidad que observa PRESENCIA 2024

¿Qué pasaría si fueras un fantasma, atrapado en una casa ajena, sin saber por qué estás ahí?

Eso es más o menos lo que propone “Presencia”, una película de suspenso sobrenatural que se estrenó en 2024, dirigida por Steven Soderbergh. 

Desde el arranque, Presencia te atrapa con un detalle que no podés dejar pasar: los planos. Largos, silenciosos, incómodos. Es como si vos fueras una cámara... pero no cualquier cámara. Como si estuvieras espiando. Como si te hubieran encerrado dentro de la película. Y eso no es casualidad: acá vos sos la presencia.

La historia arranca con una familia que se muda a una nueva casa, de esas típicas de barrio norteamericano: amplia, silenciosa, con demasiadas puertas cerradas. Desde el principio, notás que hay algo raro. Están escapando de algo. Hay un peso en el aire. Y ese algo parece estar afectando sobre todo a la hija adolescente.

A medida que la película avanza, no te lo dicen todo de golpe. Te va soltando migajas. Es de esas pelis que no te subestiman, que te invitan a prestar atención a cada gesto, cada mirada, cada silencio. Y lo más loco es que la cámara —que sos vos— se mueve por la casa como un ente invisible. Vas de una habitación a otra, observando sin que nadie te vea. Y sí, en algún punto entendés: vos sos la entidad. Sos esa presencia que no termina de saber qué hace ahí.

Pero no estamos hablando de un fantasma maligno, ni de sustos baratos. Esto es otra cosa. Es más atmosférica, más psicológica. Y por momentos da esa sensación de estar atrapado entre dos mundos, sin saber qué hacer, sin poder intervenir. ¿Hay una misión? ¿Un mensaje? ¿Una cuenta pendiente?

Lo interesante es que no necesitás respuestas directas. Porque la película, incluso sin grandes diálogos o revelaciones, te hace sentir. Y eso no es fácil de lograr. Hay momentos en los que te desesperás por advertirles a los personajes de lo que se viene. Pero claro... no podés. Solo estás ahí, mirando.

 En cuanto al drama familiar, es uno de los ejes centrales. Lo sobrenatural está, sí, pero es el vínculo entre los personajes lo que le da el verdadero peso emocional. Hay traumas, hay secretos, y hay momentos incómodos donde el silencio dice más que cualquier grito.

 Ahora bien, sobre el final (tranqui, no lo voy a spoilear): cuando terminé de verla, no me cerraba del todo. Me quedé pensando un rato. Pero después recordé una frase de la médium que aparece en cierto momento: “el tiempo para los espíritus no transcurre como para los vivos”. Y ahí todo encajó.

 En lo personal, Presencia me gustó. Bastante. No me voló la cabeza como otras pelis del género, pero sí me dejó pensando. Y eso ya es un mérito. Tiene momentos tensos, otros emotivos, y algunos en los que querés meterte en la pantalla para advertirles del peligro.

¿La recomiendo?

Si te gusta el suspenso tranquilo, los climas densos y las películas que se cocinan lento, sí, totalmente. Pero si esperás sustos cada 5 minutos o fantasmas a los gritos... esta no es por ahí. Es más sutil. Más incómoda. Y muy, muy distinta.


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