A veces, tenemos la creencia que cuando morimos, si tenemos algo por hacer en el mundo quedamos deambulando como fantasmas hasta cumplir el propósito. A veces, creemos que estamos haciendo lo correcto, que estamos dando prioridad a lo que nosotros creemos importante, pero, ¿y si realmente estamos equivocados?, ¿si perdemos la oportunidad de darle importancia al propósito verdadero?
“Siempre tuve la sensación de que
los gatos ven cosas que las personas no pueden ver.
Ahora lo sé.”
Nuestro protagonista no tiene nombre, sabemos que falleció hace cuatro días siendo cortado a la mitad por un taxi. Él ahora se encuentra en su departamento donde vivía con su esposa desde hace 6 años, Jill; y su gata, Zoey.
Jill se encuentra devastada, no come, está alcoholizada, se encuentra tirada en el sillón sumergiéndose en su depresión. Es entendible, su esposo acaba de fallecer hace cuatro días. Todo a su alrededor está descuidado, ella, el departamento, la gata.
Nuestro protagonista siente que su gata lo ve, con un cierto interés suplicante “Sé que espera algo de mí. Estoy tratando de dárselo.” La gata trata de tener contacto físico con su dueño, este reacciona y trata de acariciarla, pero no puede, es un fantasma. Su gata trata de acariciarle las piernas con su cuerpo, marcar territorio con su olor por medio de las caricias, pero no puede.
Nuestro protagonista siente la necesidad de intentar que Jill vuelva a levantarse, que recupere energías, que pueda seguir con su vida. Tal vez este es su propósito, hacer que ella pueda salir adelante, pueda levantarse, darle de comer a Zoey, seguir con su vida. La tarea es bastante dura ya que Jill se encuentra en un estado de negación, ella lo ve al protagonista, pero decide creer que es todo producto de su imaginación por la depresión y el alcohol.
Golpean la puerta. Al abrirla Jill, se encuentra con un hombre que sostiene una jaula. Ésta lo invita a pasar y le indica dónde se encuentra la gata. Zoey, se encontraba durmiendo en el sillón. Nuestro protagonista comienza a darse cuenta de lo que pasa y trata de advertirle a su gata que escape, pero ésta lo mira confundida y ya es tarde, ahora se encuentra dentro de la jaula. El señor de la jaula le dice a Jill que no hace falta dormir a la gata, puede intentar conseguirle una familia, pero Jill le miente nuevamente que la gata es mala y no está apta para ser adoptada. La gata debe ser dormida.
Mientras todo esto pasa el protagonista le grita a Jill que por favor no haga esto, pero es ignorado. Su gata lo mira desde la jaula, nuestro protagonista se acerca a ella “Yo no puedo ver mi mano, pero ella sí. Mueve su cabeza para frotarse con ella. Es como si esta vez realmente pudiera sentirme, sentir mi mano y mi contacto. Ojalá yo también pudiera sentirla.”
“Descubro algo. Los fantasmas pueden llorar.”
Finalmente se llevan a Zoey. La puerta se cierra y queda el departamento completamente en silencio con Jill y el protagonista. En un ataque de odio éste comienza a seguir a su esposa, aquella mujer que supuestamente lo amó por seis años, incitándole a que se mate, que ella ya no servía en este mundo. Este era su nuevo propósito, ya no quería que Jill siguiera con su vida, quería que acabase con ella.
Al pasar el momento de odio, el protagonista comienza a sentir que pierde fuerza, que Jill ya no lo ve. Siente que está perdiendo poder en este mundo, siente que comienza a desaparecer. Ahí es cuando se da cuenta que su propósito no era que Jill siguiera viva o que se matara. Al fin y al cabo, esta mujer sola estaba acabando con su propia vida.
“Era Zoey por quien yo estaba allí. Por Zoey todo el tiempo. Ese horrible momento.
Yo estaba allí por mí gata.
Esa última caricia reconfortante dentro de la caja. Las caricias y el ronroneo. Recordándonos todas esas noches en las que ella me reconfortaba y yo a ella. La frágil caricia de las almas.
Eso era lo que necesitábamos.
La última y mejor parte de mí ya se había ido.
Y empecé a desvanecerme.”
Por Yuliana
Comentarios
Publicar un comentario